“Las palabras brotan, sin pensar”.
Algunas personas pueden dejarse llevar por una idea y vaciar sus mentes sin pensar en lo que realmente están diciendo. Cuando su discurso se graba y se reproduce, ni siquiera ellos pueden entender lo que dijeron. Estas personas no se escuchan a sí mismas mientras hablan, y yo tampoco.
Otros hablan muy rápido y piensan en lo que están diciendo. Sus pensamientos tienen sentido y vale la pena escucharlos.
Mi problema es que no escucho tan rápido como hablan, por lo que el punto puede perderse. Escuchar no es lo mismo que comprender; el proceso requiere que el oyente reciba y analice palabras para darles algún significado, luego las coloque en contexto para que tengan sentido.
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Los hablantes rápidos deben tener en cuenta que los comunicadores más lentos pueden no estar con ellos. Esta es una causa importante de interrupción de la comunicación, en organizaciones y en relaciones.