Los muros de tu prisión están hechos de creencias.
“Soy una persona callada” es tanto una prisión como “no voy a ser nada sin grandes habilidades con la gente”. Todas las creencias que pretenden definir y restringir su identidad tienen la misma naturaleza general: todas son material del muro de la prisión.
El verdadero yo no está definido por estos conceptos simplistas. Esas son las buenas noticias, pero también son las malas noticias, porque implican que estás equivocado acerca de quién eres.
¿Esas ideas que tienes sobre tu identidad? Muros de la prisión. Estás otorgando poder a los conceptos fijos, diciendo “estos me dicen quién soy”. Tu padre tiene un conjunto diferente de muros para ti, ni mejor ni peor, solo diferente. Sin embargo, sigue siendo una prisión.
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Lo más difícil para las personas es “mi identidad no es un objeto fijo”. Una metáfora puede ayudar: el verdadero yo es como un plástico líquido, fluye y brilla. Pero cuando obtienes un conjunto fijo de ideas sobre tu identidad, fluye hacia ese molde y luego se congela, y ahora piensas que eres este objeto rígido de pensamiento.
Habiendo perdido así su fluidez y libertad como ser, toda su vida tiene que adaptarse a la prisión que ha adoptado: no puede pensar pensamientos que no están permitidos por esa prisión, no puede tener objetivos que sean inconsistentes con esa prisión, no puedes sentir cosas que tal prisión no permite.
Recomendación: olvida todo lo que crees saber sobre quién eres y concéntrate en recuperar tu libertad. No dejes que tu padre te arroje a la cárcel, y tampoco te hagas eso a ti mismo.