Hay dos formas en las que puedo pensar, una filosófica y otra práctica. Comenzaré con lo práctico.
Los actores se sienten cómodos estando incómodos frente al público. Todos experimentan la cascada de hormonas ahora conocida como Fight / Flight / Freeze en un grado u otro (vale la pena mencionar otro modelo de respuesta al estrés, “Tend and Befriend”, pero los actores también deben aprender a lidiar con eso). Los actores aprenden a manejar sus reacciones al estrés y a estar presentes con sus compañeros de escena y sus audiencias. Aprender a permanecer social y enfocado, e impulsivo y honesto, en la situación de tener una audiencia, es la praxis de tomar el conocimiento y la experiencia acumulados y luego hacer algo con él. Los actores dan por sentado que este es un requisito de su trabajo. Muy buenos maestros saben esto y tienen que aprender esto en el trabajo, pero nadie los capacita para ello. Las empresas y las escuelas de negocios han vuelto a descubrir el valor de este tipo de capacitación, y es por eso que ahora hay una gran cantidad de libros sobre liderazgo, inteligencia emocional, presencia ejecutiva, y es por eso que tengo un concierto en una escuela de negocios. Este tipo de práctica fuera del escenario solía conocerse como retórica: solía ser central para la educación en los países occidentales. (Un historiador de la educación podría decirle por qué ya no se considera esencial; mi conjetura es que el modelo industrial de educación pública enfatiza la preparación de las personas para seguir solo en lugar de seguir y liderar, es decir, colaborar).
Un beneficio práctico secundario de la actuación es que los actores pasan mucho tiempo analizando la escritura, por lo que aprendemos a distinguir la escritura activa de la prosa otosa. Una buena escritura dramática ejemplifica muchas de las características que los maestros de composición intentan impartir a sus alumnos. Una buena escritura dramática está en tiempo presente y tiende a imponer un tipo de economía (que los periodistas también comparten), y de la cual los escritores académicos y científicos podrían aprender.
La respuesta filosófica también resulta práctica, pero comienza con una mentalidad, una suposición de trabajo. Esa suposición se resume mejor en el mantra del improvisador “Sí, y …” Desarrollando el hábito de agregar a lo que realmente está frente a ti, de aceptar las ofertas creativas de los colaboradores, en lugar de decir habitualmente “No” o “Sí, pero…”. Permitir habitualmente, en lugar de bloquear, la creatividad impulsiva en uno mismo y en los demás resulta ser una forma confiable y eficiente de generar respuestas convincentes a los problemas.
Este último punto está elaborado en trabajos filosóficos como Finite Games e Infinite Games, de James Carse, The Inner Game of Work, de W. Timothy Gallwey, y en trabajos que unen las prácticas de actuación con las prácticas comerciales, como, Leadership Presence, de Belle Linda Halpern y Kathy Lubar.