Mi sentido más fuerte: mi oído.
Solía ser desplegado como un explorador de reconocimiento. Era común estar estacionado en la ladera de la colina con fines de observación, y era igualmente común que todos comenzaran a decir tonterías cuando nos aburrimos. Incluso en medio de una conversación siempre podía escuchar un vehículo distante mucho antes que cualquiera de mis colegas. Después de escuchar el ruido del motor, les diría a los demás que se callen. Todos se quedarían callados y solo entonces alguien más podría escuchar el vehículo que se acercaba.
Tener una audición realmente buena también hace que sea difícil para alguien acercarse sigilosamente detrás de mí. Me gusta escabullirme detrás de las personas y darles un buen susto, pero rara vez me pueden hacer lo mismo. [insertar risa malvada]
Mi sentido más débil: mi sentido del olfato.
Desde que tengo memoria no he sentido el olfato. No hay razón para esto en lo que pueda pensar. Lo más parecido que tengo al sentido del olfato es cuando pruebo algo en el aire, pero aun así mi sentido del gusto es un poco débil.
Si tuviera que perder alguno de mis sentidos, bien podría ser el más débil.