La mayoría de las personas que son torturadas no tienen la información por la que están siendo torturados, por lo que todos hacen lo mismo. Intentan averiguar qué quieren escuchar sus interrogadores y lo dicen. Buscan pistas de sus interrogadores para saber qué decir, y hacen todo lo posible para que suene convincente.
Es por eso que la única razón válida para torturar a las personas es hacer que confiesen cosas que no harían, lo hicieran o no, u obtener información que no tiene valor, pero que respalda los objetivos de los torturadores.
Esto continúa hasta que la persona que está siendo torturada adivina correctamente la información que las personas que infligen la tortura quieren escuchar, o mueren, o sus interrogadores se cansan de torturarlos.
La tortura no es un método efectivo de recopilación de información. Incluso si la víctima conoce la información que desea el torturador, la señal siempre es menor que el ruido. El torturador no tiene forma de determinar si la información recibida es correcta o no, por lo que incluso si una persona culpable confiesa, a menos que sea la confesión que se desea, la confesión será ignorada.
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