En pocas palabras, una sociedad justa es aquella en la que las personas más afectadas por las decisiones son quienes las toman. Y se basaría en todas las formas de dominación y opresión, incluido el sufrimiento y la destrucción masiva que actualmente se inflige a los animales y otras formas de vida. Todos tendrían acceso a los recursos del planeta. Existirían posesiones personales pero no la propiedad ausente de los recursos y la exclusión de todos los demás. La pobreza sería imposible. La mano de obra más básica y necesaria se distribuye de manera uniforme (excepto, por supuesto, cuando sería deshabilitar a alguien), lo que requiere unas pocas horas de tiempo por semana. Todo lo demás las personas son libres de perseguir lo que les gustaría.
El liderazgo surge según sea necesario y es autónomo, descentralizado, fluido, temporal, distribuido y vinculado a objetivos específicos después de lo cual se disuelve. La sociedad se basa en regalos y generalmente opera conociendo y viendo los impactos positivos de ayudarse mutuamente para satisfacer nuestras necesidades. La cultura es antiautoritaria y valora fuertemente la “libertad individual” y la “armonía colectiva”. Hay una profunda sensación de cómo estamos todos conectados, interdependientes y más libres juntos que uno contra el otro.